24 de abril de 2024

5 acciones que las empresas pueden realizar para tener un impacto ambiental positivo

 

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Digital generated image of multi coloured circular chart on white background.ANDRIY ONUFRIYENKO

Las empresas deben tomar acciones en favor del ambiente por diversas razones: desde cumplir con responsabilidad ambiental y social, cumplir con normativas legales, mejorar la competitividad y su reputación, así como fomentar la innovación y eficiencia empresarial. Estas acciones son esenciales para el éxito a largo plazo y la sostenibilidad en un mundo donde la preocupación por el medio ambiente es creciente. Aquí hay cinco acciones que las empresas pueden realizar para tener un impacto ambiental positivo

  1. Invertir en programas y proyectos de restauración de ecosistemas. La restauración de ecosistemas contribuye a la conservación de la biodiversidad y la protección de los recursos naturales, lo que a su vez ayuda a mantener la estabilidad de los servicios ambientales que proporcionan, como la regulación del agua y la calidad del aire. En Ectagono diagnosticamos y ejecutamos proyectos de impacto en ecosistemas para las empresas.
  2. Optimizar el uso de recursos. Implementar prácticas de eficiencia energética y reducir el consumo de agua y materiales puede ayudar a minimizar el desperdicio y reducir el impacto ambiental.
  3. Promover la movilidad sostenible. Fomentar el uso de transporte público, bicicletas o vehículos eléctricos entre los empleados puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire.
  4. Gestión responsable de residuos. Implementar programas de reciclaje, compostaje y reducción de residuos puede ayudar a minimizar la cantidad de desechos que van a los vertederos y promover la economía circular. Desde Ectagono promovemos consultoría empresarial en el ámbito de residuos.
  5. Transparencia y divulgación. Ser transparente sobre las prácticas ambientales y divulgar regularmente el desempeño ambiental puede fomentar la confianza de los consumidores y las partes interesadas.

Los bosques con más diversidad de especies se adaptan mejor frente al cambio climático

 Una disminución en la productividad forestal debido al calentamiento climático y la sequía a largo plazo pueden sugerir que la supervivencia de los árboles está en juego. Ahora, un estudio realizado por un grupo internacional, incluida la Universidad de Kyoto (Japón), ha observado que los bosques con mayor diversidad de rasgos no sólo se adaptan mejor al cambio climático, sino que también pueden prosperar, tal y como se publica en "Science Advances".

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Lakehead (Canadá), el Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich (Suiza) y la Universidad de Agricultura y Silvicultura de Zhejiang (China), reveló cómo la diversidad de rasgos funcionales de los árboles, un aspecto clave de la biodiversidad, desempeña un papel fundamental en la mitigación del calentamiento climático, informa Ep.

"Frente al estrés ambiental, se ha demostrado que estos diversos árboles mantienen niveles de productividad más altos, en contraste con los bosques de monocultivo",afirma el líder del equipo, Han YH Chen, de la Universidad de Lakehead. Los resultados del equipo de Han Chen resaltan los complejos vínculos entre la biodiversidad, la función de los ecosistemas y el cambio climático en los bosques de tierras secas.

El equipo utilizó 57 años de datos de inventario, que abarcan desde 1958 hasta 2015, de biomas de tierras secas en Canadá y descubrió que el calentamiento climático no afecta negativamente a los bosques con características de obtención de recursos. El estudio tiene en cuenta la recuperación de la vegetación a partir de perturbaciones naturales, la variación espacial del clima local y el drenaje del suelo.

"Nuestro sólido enfoque estadístico de los datos a gran escala puede generar oportunidades futuras para explorar más a fondo la dinámica a largo plazo de los ecosistemas terrestres y la biodiversidad", apunta el primer autor Masumi Hisano de la Universidad de Hiroshima, anteriormente de la Escuela de Graduados en Informática de la Universidad de Kyoto.

Este enfoque de soluciones basadas en la naturaleza está ganando cada vez más fuerza en las políticas climáticas para reducir las vulnerabilidades de los ecosistemas. El debate continúa sobre si la biodiversidad mejora la resistencia de los ecosistemas contra las sequías de corto plazo. "Debido a la evidencia limitada de observaciones a largo plazo durante varias décadas, sintetizar varias observaciones directas es esencial para generalizar patrones ecológicos dinámicos", concluye Hisano

Cambio climático: los ciudadanos somos más víctimas que culpables

 Las actividades humanas han derivado en una grave crisis ambiental y, aunque la geología oficial no la reconoce como una nueva era, algunos consideran que hemos entrado en el Antropoceno, un nuevo período caracterizado por la omnipresente huella humana.

Pero cuando hablamos de la “huella humana”, ¿a qué nos referimos? Es decir, ¿las actividades de quién, exactamente, han creado esta crisis? Se nos ha repetido hasta la saciedad que nuestro estilo de vida, el de los ciudadanos corrientes, es insostenible y que somos culpables del cambio climático. Pero la repetición de un mantra no transforma un relato en realidad.

Este es uno de los muchos falsos dogmas ecológicos que se han instalado en el imaginario colectivo y que en realidad agravan la crisis ambiental. 

Como explico en el libro Ecomitos (Plataforma Actual, 2024), la idea de que los ciudadanos corrientes somos los responsables del cambio climático es, precisamente, el peor de todos los bulos ambientales. ¿Cómo surge esa idea y por qué retrasa la respuesta efectiva a la crisis ambiental?

Desigualdad en las emisiones

Una consecuencia del ecomito de la responsabilidad individual es que la sobrepoblación subyace a todos los problemas ambientales. Si el problema somos los ciudadanos corrientes, la gravedad del problema lógicamente aumenta con el número de habitantes. 

Esta idea ha sido ampliamente difundida por diferentes entidades ecologistas, estudios publicados en la literatura científica e incluso personas muy conocidas y queridas, como David Attenborough o Jane Goodall .

Como resultado, estas entidades ecologistas han recibido fondos para ejecutar en los países del sur global programas de control de la natalidad que, en ocasiones, incluyen la esterilización. Estos programas han sido financiados por las grandes corporaciones y algunos gobiernos.

Los datos, sin embargo, dibujan una realidad muy diferente: el 10 % de la población, la más acaudalada, es responsable del 50 % de las emisiones. Por el contrario, el 50 % más humilde de la población apenas emite el 10 % de total. 

El problema no es, por tanto, que seamos demasiadas personas, sino que una élite minoritaria está consumiendo una cantidad absolutamente desproporcionada de recursos (y financiando a oenegés para perpetuar el relato).

Las acciones individuales resultan insuficientes

Acabamos de describir los dos extremos: el del 10 % más rico y el del 50 % más pobre. Seguramente, la mayoría de lectores de este artículo se encontrarán en el 40 % intermedio. Los datos nuevamente revelan cómo, aunque hagamos grandes sacrificios a nivel personal para disminuir nuestra huella ambiental, no lograremos pasar a un modo de vida sostenible.

Investigadores del norteamericano Instituto Tecnológico de Massachusets cuantificaron la huella de carbono de un indigente en los Estados Unidos: es de 8,5 toneladas de CO₂ al año, lo que supera la media de un ciudadano español (5,7 toneladas por año) o de cualquier país latinoamericano (que oscila entre las 0,9 toneladas anuales de Honduras y las 4,9 de Chile). 

Un ciudadano estadounidense, por tanto, siempre emitirá más que un ciudadano promedio en estos países, independientemente de sus acciones individuales. Esto nos indica la importancia del contexto socioeconómico en el que vivimos, que determinará nuestra huella de carbono.

La trampa de la huella de carbono

La tendencia a culpar a los ciudadanos de la crisis ambiental viene de atrás. En el pasado reciente, el momento más importante seguramente fue la campaña de publicidad desarrollada por la petrolera BP en 2004.

La empresa abría sus comerciales con un concepto que, en aquellos tiempos, nadie conocía: “¿Conoce usted su huella de carbono?”. En el anuncio se facilitaba la dirección web de la primera calculadora de huellas de carbono, de manera que podíamos calcular cuánto CO₂ emitimos a nivel individual. Es decir, cuál es nuestra contribución individual al cambio climático.

Y es ahí cuando, de forma mágica, la responsabilidad por el cambio climático dejó de ser de las grandes corporaciones y pasó a ser de los ciudadanos. Las emisiones indiscriminadas de gases con efecto invernadero ya no resultaban de la quema de combustibles fósiles o de la actividad de las petroleras, sino de nuestro día a día.



La “gran coalición”

Otra consecuencia de la huella de carbono ha sido el desarrollo de los mercados de carbono: las empresas pagan una cuota por el CO₂ que emiten y repercuten ese precio al consumidor. Además, se les permite “compensar” sus emisiones de CO₂ a través de plantaciones de árboles.

El origen de estos mercados lo encontramos en la famosa cumbre climática de Kioto, de 1997, donde los EE. UU. presionaron a la Unión Europea para que aceptara este sistema. En Kioto se estableció también una coalición entre petroleras y distintas entidades ecologistas, que se unieron a los EE. UU. para forzar la aceptación por parte de la UE.

Los datos nos indican que este mercado ha generado unos ingresos extra a las empresas energéticas europeas de unos 7 000 millones de euros al año como resultado del aumento del precio de sus productos. El descenso en las emisiones, sin embargo, ha resultado anecdótico.

Algunas entidades ecologistas han desarrollado programas para promover la plantación de 1 billón de árboles, en colaboración con el Foro de Davos. Es decir, muchas oenegés “conservacionistas” reciben millones de dólares en donaciones de los grandes magnates para que se realicen plantaciones de árboles en su nombre. Por desgracia, la ciencia nos ha demostrado, una y otra vez, que estas plantaciones no sirven para compensar las emisiones: la única opción es olvidarse del greenwashing y dejar de emitir.


Leer más: Plantar un billón de árboles no va a frenar el cambio climático


La coalición que han establecido las multinacionales contaminantes con las grandes entidades ecologistas ha creado un relato que, como expongo en Ecomitos, impide la acción climática efectiva al culpar al ciudadano de un problema que no ha creado. Y todo esto ocurre en connivencia con el legislador, que es quien realmente tiene competencias para abordar el problema.

Es por ello que la acción ciudadana, donde puede resultar más efectiva, es presionando al legislador para que tome medidas pensando en el bien común, y haciendo caso omiso a la presión de estos lobbies.

Los ciudadanos corrientes son, en muchos casos, más víctimas que culpables. Recuerden, por ejemplo, a las personas fallecidas por el aumento en las olas de calor. O a quienes viven cerca del mar y, en las próximas décadas, puede que se queden sin casa.

17 de abril de 2024

Bogotá inicia racionamiento de agua para 10 millones ante severa sequía y crisis hídrica

 

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Según expertos, el calentamiento global está intensificando el fenómeno de El Niño, llevando los embalses a niveles alarmantes. ¿Cómo podríamos combatir este alarmante problema?

Tl;dr

  • Bogotá inicia racionamiento de agua debido a la sequía.
  • La medida afectará a unos 10 millones de personas.
  • Los cortes de agua serán rotativos e indefinidos.
  • La grave sequía podría derivar en una crisis energética.

Una sequía amenaza a Bogotá

La capital de Colombia, Bogotá, enfrenta una grave sequía que amenaza con desencadenar una crisis energética. Tras el impacto de la crisis hídrica en Montevideo, Bogotá se ve ahora en la mira de la escasez de agua, iniciando un plan de racionamiento este jueves.

Impacto en la población

Esta medida, adoptada ante la disminución alarmante de los niveles de los embalses que proveen agua potable a la ciudad, afectará a cerca de 10 millones de personas que residen en Bogotá y municipios cercanos. Según Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente colombiano, la sequía está causada por el fenómeno de El Niño, exacerbado por el cambio climático.

Un programa de cortes rotativos

Las autoridades han dividido la ciudad en nueve zonas, cada una de las cuales experimentará 24 horas de falta de suministro cada nueve días. La duración de este racionamiento es indefinida, y la Empresa de Agua y Acueducto local advierte que las interrupciones podrían incrementarse en el futuro, considerando incluso la posibilidad de sanciones para evitar el despilfarro.

Una crisis energética en el horizonte

El peligro no termina con la escasez de agua. Rodríguez Becerra alerta que la crisis podría desembocar en una crisis energética, ya que “el 70% de la energía del país la producen hidroeléctricas”. Las precipitaciones esperadas para fines de marzo no llegaron, y si las lluvias no llegan a fines de este mes, la situación podría empeorar.

Opinión editorial

Esta situación refleja la gravedad de los efectos del cambio climático en nuestras vidas. No es simplemente una cuestión de temperaturas más altas, sino de sequías devastadoras y crisis energéticas. Es esencial que los gobiernos y los ciudadanos tomen medidas para reducir su impacto y adaptarse a esta nueva realidad. El futuro de nuestra agua, y en última instancia de nuestra energía, depende de ello.